5.09.2010

República Dominicana: un país sin oposición

Por primera vez, después de la muerte de Trujillo, la República Dominicana se encuentra sin un liderazgo firme y confiable en la oposición política, de cara a un gobierno corrupto, inescrupuloso y mesiánico como el que preside Leonel Fernández.

En 1961, muerto el tirano, frente a los gobiernos de Ranfis Trujillo y Joaquín Balaguer, la oposición política estuvo representada por hombres del valor y la estatura moral y cívica de Viriato Fiallo y Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo). Ambos batallaron sin dobleces hasta derrotar al trujillismo criminal y aplastante representado por el hijo de Trujillo, quien salió huyendo el19 de noviembre de ese año, y por Joaquín Balaguer, que le sucedió, y que luego de una fuerte resistencia caía de bruces el 18 de enero del año siguiente. Eran días de posiciones heroicas, cuando aún se creía en el concepto patria.
Luego del derrocamiento del gobierno de Juan Bosch el 25 de septiembre de 1963, pasó a gobernar el país un Triunvirato, que se caracterizó por el robo a dos manos y la represión política a la oposición. Manolo muere en las montañas, donde se levanta en armas para derrocar a los golpistas; Viriato Fiallo colapsa y entonces la oposición pasa a ser dirigida por José Francisco Peña Gómez, que se yergue como un gigante, hasta dar al traste con el gobierno de facto el 25 de abril de 1965. Estalla la gloriosa Revolución de Abril.

En 1966 se inicia una de las épocas más negras de la historia dominicana: los nefastos doce años de Joaquín Balaguer. Nunca como entonces hubo tantos crímenes de orden político y tanta corrupción en el tren del Estado. Ni siquiera en la Era de Trujillo. La oposición a esos ominosos doce años estuvo dirigida por Peña Gómez, acompañado de hombres de valor y de principios como Antonio Guzmán, Jacobo Majluta y otros. En las elecciones de mayo de 1978, el pueblo dominicano, bajo esa dirección efectiva, saca del poder a Balaguer. Se da inicio a un orden político más respetuoso a los derechos ciudadanos.

Ocho años después, Balaguer, ayudado por los poderes fácticos, vuelve al poder en mayo de 1986. Comienza la era de los diez años. Se trata del regreso al autoritarismo y a la corrupción. El continuismo obsesiona a este intelectual sombrío. Salvo el asesinato político de Narcisazo, aunque éste vale por cien, no se cometen otros crímenes. La mano homicida se ha detenido.

Para las elecciones del 90, en que se enfrentan Bosch y Balaguer, el PRD está dividido; sus votos se vuelcan hacia la candidatura de Juan Bosch. Hay que votar por el menos malo. Balaguer comete otro de sus acostumbrados fraudes. Bosch no se lo disputa.

Llega de esta forma la gran batalla del 94. Peña Gómez regresa remozado al ruedo político. Su partido está unido alrededor de él. Balaguer tiene de frente a una oposición invencible. Así es. Peña Gómez vence a Balaguer por un margen enorme, pero éste comete un fraude colosal. Se entra en una crisis política que culmina en unas negociaciones en las que a Balaguer se le recorta el mandato a dos años de cuatro que le tocarían constitucionalmente. Se celebran nuevas elecciones en el 96, sin la participación de Balaguer, como estipulaba el acuerdo, y éste, resentido contra Peña Gómez y su compañero de boleta a la vicepresidencia, Fernando Alvarez Bogaert, se une al candidato que rivaliza con Peña, Leonel Fernández, del partido de Juan Bosch, y nueva vez, con maniobras fraudulentas, logran imponerse al PRD.

Peña Gómez muere, pero el PRD, con un nuevo líder, Hipólito Mejía, que convence al pueblo con un discurso sencillo y pegajoso, gana las elecciones del año 2000.

Ahora voy al asunto que motiva este artículo: la oposición política de hoy frente al gobierno de Leonel Fernández. A partir del triunfo del Partido de la Liberación Dominicana en el 2004, el presidente electo Leonel Fernández se ha adueñado del país. Ha realizado los gobiernos más corruptos que registra la historia dominicana, con total impunidad. El, personalmente, se ha enriquecido desde el poder de forma escandalosa. Y no sucede nada. El país parece haberse anestesiado con su discurso de seseos incesantes. Pero lo peor del caso es que el partido que ha debido echar la batalla está en manos de un hábil comerciante, sin discurso, sin talento, sin formación intelectual; un capitán que no convoca el sacrificio y el entusiasmo del soldado. Nunca antes el PRD había tenido una dirección tan desacreditada, tan bochornosamente incapaz. Es así como el país pensante se ha invadido de pesimismo. Hay un gran dolor sin esperanza.