8.09.2010

Narciso, un hombre que merece respeto

Yo no milito políticamente al lado de Narciso Isa Conde. Sé que los años me han acobardado. Esta vejez achacosa y con pocos recursos me conduce a la mecedora, a la palabra, que es mi único instrumento de lucha. Y ni siquiera con la palabra puedo contar mucho, pues los medios tradicionales se me niegan, viéndome obligado a recurrir a los alternativos, y en último caso a mi Blog, refugio final de mi libertad. O a la publicación, como pueda, de mis novelas, en las que ningún intruso puede meter la mano. Y así voy consumiendo mis últimos años de vida.

Hay una cosa con la que no transijo: con la paz de mi conciencia. No permito que nada perturbe mi sueño, mi sagrada almohada. Así veo la luz de la mañana con tranquilidad. Porque si de algo vivo enamorado es de la mañana, ahora que comprendo el crepúsculo de la tarde.

Yo escribí en mi novela “El pacto de los rencores” que Narciso Isa Conde es el político dominicano vivo más ilustre, que coherente, valiente, por encima del vendaval de los sonrojos ha sabido mantener viva la esperanza liberadora del pueblo dominicano.

Hay un viejo y acertado adagio que dice: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Partiendo de ese principio observo que los enemigos de Narciso son periodistas deformados por la corrupción, como uno al que le dicen El ratón o algo así, a intelectuales frustrados y desfasados como Aquiles Julián, que parece haber sustituido al bonillita de los años sesenta, con menos porte; al general de luchas asesinas con gente indefensa, Guzmán Acosta o Fermín o qué sé yo, heredero en línea directa de los viejos criminales balagueristas, a los que Narciso tanto ha combatido; enemigos de Narciso son los esbirros colombianos y el histórico imperio que invadió y mancilló nuestro suelo en dos ocasiones, 1916 y 1965.

Amigos de Narciso son los periodistas más dignos del país, como Nuria Piera y Juan Bolívar Díaz; son los dignatarios más progresistas de América, son aquellos guerrilleros colombianos que sostienen, gústenos o no, una guerra valiente y sostenida en contra de un sistema que consideran injusto y un ejército extremadamente represivo y corrupto.

Amigos de Narciso somos tantos dominicanos, que aunque no nos lancemos a la calle con él a recibir las patadas y los palos de la policía criminal y cobarde, al menos observamos como niños asustados, con pasmosa indignación, estos actos de naturaleza asesina y definitivamente reprochables.

Narciso merece respeto de nuestro pueblo y de nuestras instituciones, como el homenaje que le rindió la Universidad Autónoma de Santo Domingo recientemente. Como el que le rinden permanentemente los hombres y mujeres con sentido del honor y la vergüenza.